El Ayuno Higienista

De la misma manera que las autoridades sanitarias nos recomiendan someternos a chequeos médicos periódicos, la corriente higienista aconseja practicar un programa de ayuno de manera regular (aproximadamente cada seis meses).

Desde el punto de vista del higienismo, el ayuno consiste en una abstinencia voluntaria a ingerir cualquier tipo de alimentos, excepto el agua, con el objeto de conservar la salud, o para recuperarse de una enfermedad. Se trata, pues, de un ayuno hídrico.

En su máxima extensión, el ayuno no sólo supone evitar la ingestión de alimentos, sino también la abstinencia de realizar cualquier tipo de actividad mental, sensorial, emocional, física o psicológica. Los períodos de ayuno deben establecerse con antelación y llevarse a cabo bajo supervisión de un experto, especialmente si se trata de la primera vez.

Naturalmente, se desaconseja ayunar a aquellas personas con falta de fuerza mental o carencia de reservas orgánicas. En estos casos puede ser recomendable un semi-ayuno o dieta a base de zumos y frutas.

“el ayuno es la mejor manera de mantener buena salud, eliminar el dolor y la enfermedad, de reducir y controlar el peso y en última instancia de prolongar la vida”. Herbert Shelton, médico en Higiene Natural

El Higienismo, Higiene Vital u Ortopatía, se ocupa de todo lo beneficioso en la Naturaleza que es imprescindible para obtener una perfecta salud. Recomienda el ayuno como forma de prevención y curación, sustituyendo a medicamentos, tratamientos o curas. Dado que nuestro organismo tiene capacidad propia para curarse internamente, no es necesario inducirlo mediante agentes externos a lo mismo que puede hacer por sí solo. Los medicamentos desvían la atención del organismo y obstaculizan el acto de auto curación.

Los pequeños ayunos (Ayuno Intermitente)

Se trata de ayunos de cortos períodos de tiempo, por lo general durante un mínimo de doce horas. Lo más fácil para el practicante es realizarlo desde la cena hasta el desayuno. Con todo, es recomendable prolongarlo hasta unas dieciocho horas. En este caso hablamos de un programa de “no-desayuno”.

Este es el proceso aconsejado por la mayoría de higienistas como primera toma de contacto con el ayuno. Si no se padece ninguna enfermedad o fragilidad del organismo, no requiere de una supervisión profesional.

Esta modalidad de ayuno aporta al organismo un ligero descanso. Si queremos mejorar nuestro estado de salud de forma considerable, será necesario ayunar durante más de veinticuatro horas a la semana.

Ayunos de 36 horas

Una vez hemos tomado contacto con el ayuno practicándolo en cortos períodos de duración, se puede continuar con esta forma. Pasadas las primeras veinticuatro horas, los órganos inician un proceso de limpieza interior, a través del cual tiene lugar la reparación del organismo.

Si conseguimos prolongarlo hasta dos o tres días, los beneficios serán aún mayores. Este tipo de ayunos pueden realizarse cada sesenta o noventa días, si así se desea.

Al finalizar el ayuno, es recomendable retomar la dieta habitual progresivamente, ingiriendo una pieza de fruta natural en cada comida. Pasadas varias horas, se puede empezar a comer de manera normal.

Ayunos de 7 a 14 días

Llegados a este nivel, es obligatorio acudir a un especialista antes de comenzar el proceso por primera vez. Puede realizarse dos veces al año.

Ayunos prolongados

Los ayunos de treinta o más días no deben realizarse con una frecuencia mayor a un año, a no ser que esté específicamente aprobado por el especialista.

La interrupción de un ayuno prolongado debe hacerse aún más suavemente, comenzando con un zumo de naranja recién exprimido el primer día cada dos o tres horas. Se puede retomar la dieta normal a partir del segundo día.

Si bien los ayunos de corta y media duración ayudan a combatir enfermedades de leves a graves, el ayuno prolongado suele estar indicado en casos de dolencias crónicas y degenerativas. Según la corriente higienista, pocas enfermedades se resisten al poder del ayuno, incluso muchas de las consideradas como irreversibles.

En todos los casos, lo ideal es no beber agua en abundancia, de lo contrario, los riñones trabajarán en exceso y perjudicará la eliminación de las sustancias tóxicas. Entre uno y cuatro vasos diarios es la cantidad recomendada.